Las muelas del juicio o cordales aparecen entre los 15 y 30 años. La recomendación de cualquier cirujano maxilofacial, independientemente de la tipología de muela del juicio o cordal, es su extirpación. La extracción de la muela del juicio temprana evita complicaciones futuras graves como las de dañar los dientes vecinos o los nervios dentarios. Las preguntas que nos surgen entonces es ¿por qué necesitamos extirpar las muelas del juicio? Y, por otro lado, ¿por qué las tenemos si, en definitiva, no sirven para nada?
Análisis evolutivo: la posición ya no importa
La respuesta a todas estas dudas se encuentra en la evolución humana, como ha demostrado recientemente el científico Alistair Evans, de la Universidad de Monash en Victoria, Australia. En los homínidos más primitivos la valoración del tamaño y la forma de los molares dependía de su posición: los dientes tendían a crecer más en la parte posterior sin importar el tamaño de su estructura facial ósea, mucho mayor que la de nuestra especie. Entonces, las muelas del juicio, con una forma plana y un tamaño cuatro veces mayor que las nuestras, tenían una clara función masticatoria.
Esta situación cambió radicalmente con la llegada del Homo Sapiens; las muelas del juicio empezaron a modificarse en función del tamaño de la dentadura y no de la posición. Así, con una dentadura mucho más pequeña, el tercer molar dejó de tener su lugar en el mundo y se convirtió en una estructura problemática.
Por todo ello, desde el Instituto Maxilofacial os recomendamos realizar un control del estado de crecimiento, posición, tamaño y forma de vuestras muelas del juicio. Una visita preventiva con un cirujano maxilofacial puede evitar complicaciones en tu salud bucal graves como la afectación de los nervios dentarios, cierto apiñamiento dental e incluso problemas futuros de mordida.