Es de vital importancia reemplazar cuanto antes las piezas dentales que, por una o por otra razón, vamos perdiendo a lo largo de la vida, ya que no hacerlo puede tener consecuencias de distintos grados de gravedad.
Al perder una pieza dental, el hueso que rodeaba las raíces de dicho diente comienza un proceso de reabsorción, una especie de atrofia que se da al no tener ese segmento de hueso nada qué sujetar. Esto no sería especialmente peligroso si no fuese porque pasado un tiempo, esta atrofia comienza a afectar a los dientes vecinos, pudiendo llegar a provocar su caída y una reacción en cadena de reabsorción y pérdida de piezas dentales.
Otra consecuencia de no reemplazar las piezas dentales perdidas es un marcado aumento en la probabilidad de sufrir enfermedades periodontales, que son la puerta de entrada a bacterias que pueden pasar de nuestra boca a nuestro sistema sanguíneo, causando enfermedades tan graves como la diabetes, enfermedades cardiovasculares, enfermedades respiratorias o migrañas, entre muchas otras.
Vídeo: Enfermedades periodontales
Dependiendo de la ubicación y cantidad de los dientes perdidos, también podrían existir complicaciones de habla o de deglución, ya que un paciente edéntulo difícilmente puede masticar sus alimentos.
Y por supuesto, existen otros efectos menos tangibles como la afectación a nuestra apariencia facial, cuyo grado depende también en gran medida de la ubicación de las piezas perdidas.
En cualquier caso, la forma más aconsejable de sustituir una pieza dental perdida son los implantes dentales, que son la única solución que sustituye a la raíz del diente. Esto permite no sólo detener el proceso de reabsorción ósea, sino que estimulan la regeneración del hueso mediante el proceso de osteointegración del implante, además de no afectar a los dientes vecinos como sí pasa con otras soluciones, como los puentes.
Relacionado: ¿Cuánto duran los implantes dentales?
